El 30 de noviembre se reunirán en Seattle los representantes de 134 países para discutir las reglas del juego que habrá de aplicar en el futuro la Organización Mundial del Comercio (OMC). En 1993, los franceses exigieron que la cultura quedase al margen de las discusiones. Su argumentación se fundaba en la "excepción cultural". Ahora, la batalla francesa, que pelea por la industria audiovisual, ha cambiado de táctica. Se fundamenta en la "diversidad cultural", y su argumento ha logrado atraer el apoyo de alemanes, austriacos, belgas e italianos.
París puede enorgullecerse de ser la auténtica capital cinematográfica de Europa, de sostener la única industria audiovisual capaz de defenderse frente al gigante estadounidense. La base de esa industria en peligro es una producción de más de 150 largometrajes anuales, un mercado interior adicto aún entre un 28% y un 40% al cine del propio país y unos canales de televisión que respetan unas cuotas de producción europea.Los franceses han renunciado a la "excepción cultural" porque creen haber encontrado un escudo mejor, el de la "diversidad cultural". Según Marc Tessier, actual director de la televisión pública, "la excepción cultural ponía la cultura al margen del mercado, mientras la diversidad cultural acepta el mercado pero bajo reglas especiales". Si en 1993 los franceses se quedaron solos defendiendo su idea, esta vez tienen a su lado a alemanes, austriacos, belgas e italianos. Enfrente, suecos, holandeses o daneses, amén de los ultraliberales británicos. Los españoles no se han pronunciado.
El comisario europeo que dirigirá la delegación en Seattle, Pascal Lamy, tiene un mandato comunitario en favor de la diversidad. La cultura no queda, pues, al margen de las discusiones, pero los europeos ponen como condición para hablar de ella que se acepten marcos legales como el establecido por la directiva Televisión sin fronteras y que nadie cuestione la validez de las ayudas que reciben los cines nacionales en los distintos países.
Cifras
Las cifras son apabullantes: en algunos países europeos el cine estadounidense controla el 90% del mercado, y en el continente su dominio está por encima del 60%, mientras las exportaciones europeas apenas suponen el 3% del consumo audiovisual de EEUU. "Dado que lo audiovisual encarna la identidad nacional, parece poco probable que esa identidad pueda afirmarse gracias a la intervención de operadores extranjeros", dice Tessier.En ese sentido, los franceses, a pesar de su fama de chovinistas, coproducen cintas chinas, rusas, letonas, argelinas o españolas, y quieren que sean habladas en chino, ruso, letón, bereber o español. Y la mejor prueba de ello es el caso Almodóvar, desde hace años coproducido por París sin que eso supusiera imposición alguna.
En Seattle, los cineastas paladines de la diversidad contarán con la ayuda de José Bové, incendiario de McDonald"s y cruzado contra la comida-basura y contra la política agraria productivista. Directores como Robert Guedigian y Pascal Thomas se subieron hasta el Larzac, y allí acordaron que uno y otros estaban por la diversidad, por el respeto y la curiosidad, por lo autóctono y en contra de la mundialización de la mediocridad. Uno denuncia McDonald"s; los otros, las 700 salas ocupadas por La amenaza fantasma.
La noción de diversidad es mucho más ofensiva que la de excepción. Con ella tienes derecho a defender tu territorio, pero también a salir de él. A los americanos, toda esta argumentación les parece absurda y anuncian que es obsoleta gracias a Internet y otras formas de difusión cultural.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de noviembre de 1999