Detrás de la imagen de sietemachos que se empeña en ofrecer Alfonso Portillo, candidato del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), hay un político inteligente, con olfato, que ha sabido aprovechar todas las fisuras del Gobierno del Partido de Acción Nacional, desde la arrogancia proyectada por el presidente Alvaro Arzú hasta la falta de transparencia con que se privatizó la telefonía.Con una indefinición ideológica proverbial, Portillo ha captado a una serie de personajes de otras filiaciones, como el ex presidente Ramiro de León Carpio e, incluso, a varios militantes de la izquierda dura, que ven la posibilidad de desalojar del poder a la "derecha neoliberal". Con todo ello, el FRG ha logrado capitalizar el descontento de una población golpeada por la crisis económica y la criminalidad rampante. Los logros de la actual Administración, sobre todo la firma de la paz y el enorme crecimiento de las infraestructuras en las áreas rurales, parecen haber quedado sepultados bajo la retórica populista y desgarrada de pollo ronco, que ya se ha erigido en el "presidente de los pobres".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de noviembre de 1999