Una empresa todavía pública, Iberia, aerolínea de bandera, no consideró oportuno coadyuvar al postrer viaje de uno de los últimos hijos de la España peregrina. Para mayor oprobio, la eficiencia y la humanidad de otra compañía, la holandesa KLM, ha permitido cumplir el deseo de don Mariano Camarero de morir en su patria.El silencio de la dirección de Iberia, su sostenella y no enmendalla, parece dar por buena la perpetración de la ignominia, actitud que también parecen compartir las autoridades competentes, obligadas a no ignorar tan grave agresión a la dignidad de un ciudadano español trasterrado por mor de la vesania fascista que tantos -contundencia de lo cotidiano- se empeñan en ignorar y, por supuesto, ni siquiera simbólicamente, en reparar.- . .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de noviembre de 1999