La sanidad británica trató entre 1950 y 1970 al menos a 87 pacientes psiquiátricos con el alucinógeno LSD. Ahora, los afectados han anunciado su intención de demandar a la sanidad pública por no haberles advertido de los efectos secundarios del alucinógeno. Ingresados con depresiones o fobias, afirman que la ansiedad, pérdidas de memoria y trastornos mentales que aún sufren son el legado de aquella terapia. La indemnización, en caso de ganar, alcanzaría los 1.000 millones.
Angela Scrivens y Valerie Bateson, dos de las demandantes, tenían 18 y 22 años cuando fueron ingresadas en 1964 en sendos hospitales psiquiátricos. Aquejadas de depresión, se les dijo que la droga aclararía su mente y reduciría las consultas con el psicoanalista. No recuerdan haber firmado su consentimiento. Aún así, la droga se convirtió en la base del tratamiento."La primera vez me la dieron, sin decírmelo, en una bebida. Perdí la consciencia y tardé un día entero en recuperarla. Los enfermos de mi planta me explicaron luego que lo arañaba todo y vagaba sin rumbo por los pasillos", ha recordado ahora Bateson, que atribuye el miedo a estar sola que le ha acompañado desde entonces a esa sustancia, que además le paralizaba las piernas.
Algo parecido cuenta Scrivens, sujeta por los médicos al alucinógeno LSD una vez por semana durante seis años. A la media hora de ingerirla tenía náuseas, vómitos y alucinaciones y era incapaz de comunicarse. El tratamiento cesó sin que los especialistas pudieran confirmarle que había servido para algo.
Como los hechos sucedieron hace décadas, la justicia ha fijado la fecha límite del 29 de febrero del 2000 para que otros pacientes puedan sumarse a la demanda.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de noviembre de 1999