Los temores del sector porcino, que la Administración considera desproporcionados, tienen su explicación: hace apenas cinco años, las autoridades comunitarias aún impedían las exportaciones españolas por un persistente brote de peste porcina que tardó 25 años en ser neutralizado. Desde entonces, la demanda y el precio del cerdo ibérico (a diferencia del blanco) no ha dejado de crecer. Si en 1994 la arroba se pagaba a 2.200 pesetas, ahora se supera, en los productos de más calidad, las 5.000 pesetas. Los expertos descartan que este brote de peste porcina vaya a reproducir la situación de hace una década, pero sí advierten sobre la posibilidad de que el embargo a la producción portuguesa impulse aún más el precio del ibérico. Una circunstancia que facilitaría la creación de explotaciones intensivas de menor calidad, en un sector que ya mueve 400.000 cabezas en la región.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de noviembre de 1999