El desconcierto provocado entre los ciudadanos de a pie con las informaciones sobre las stock options de los directivos de Telefónica remite a un problema general que afecta a muchas empresas, pero las peculiaridades de Telefónica lo hacen especialmente escandaloso. Las opciones sobre acciones sirven, según la publicidad pagada por la empresa, para garantizar la fidelidad de los cien directivos beneficiados, con un coste, para la empresa, de sólo 2.700 millones de pesetas, sin contar los sueldos.La cuestión es si alguien cree de verdad que hay cien directivos, incluido su presidente, que sean insustituibles en la empresa. ¿Cuántas grandes empresas se disputaban los servicios del señor Villalonga cuando fue nombrado para dirigir Telefónica por su amigo el señor Aznar, en sustitución de un gestor apreciado por los accionistas? Más que de una fidelización a la empresa lo que busca el sistema es una fidelización mutua entre directivos avalada por un consejo de administración cuyos miembros cobran a su vez grandes cantidades para limitarse a aprobar lo que proponen los directivos.
Se forma así un grupo selecto de personas, con capacidad de decisión para repartirse entre sí grandes beneficios (en forma de sueldos multimillonarios o por otros procedimientos) a costa de los pequeños accionistas. Pero sucede que 3.000 millones más o menos representan muy poco en relación al valor total de la compañía, cuya cotización en Bolsa oscila todos los días en cantidades mucho mayores, por lo que el perjuicio no es directamente reconocido como tal por los pequeños accionistas que, por otra parte, tampoco tienen capacidad real de influir en las decisiones de la empresa.
Maravillas de los tiempos. España va tan bien que en la Corte de los Milagros de este Gobierno se pueden encontrar prodigios como éste. Nada por aquí, nada por allá, y de la nada aparecen 45.000 millones que los directivos de Telefónica se reparten sin perjudicar a nadie y sin poner en peligro la inflación ni otras zarandajas con que se justifica que a los demás no nos suban mil pesetas el sueldo. ¿No les parece un milagro?-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de noviembre de 1999