La Universidad Pablo de Olavide ha querido celebrar el Día de las Personas con Discapacidad dando la vuelta a la tortilla. Han demostrado que lo que hay que buscar son las capacidades de la gente y no las minusvalías. Para ello, un grupo de alumnos ha barrido el campus pidiendo a estudiantes, profesores y personal de administración y servicios, que indiquen alguna minusvalía que sufran. La encuesta, simbólica y sin valor científico, ha dado resultados a tener en cuenta. Vean: "La verdad es que mi altura, superior a lo normal, me ha supuesto bastantes complicaciones". "No puedo hacer nada sin mis gafas".
Estas son algunas respuestas de los que quisieron colaborar. Otros, más desabridos, se sintieron ofendidos con las preguntas y hubo quien, por toda respuesta, largo un "no quiero que me saquéis defectos".
Lo que han demostrado con este juego es que el que más y el que menos tiene alguna merma en sus capacidades. Un miope no podría ser piloto; la mina no está hecha para los asmáticos; mala cosa para un obeso meterse a bombero; y qué decir de un alérgico que sea guarda forestal. Pero ¿acaso se considera a estas personas minusválidos?
¿Por qué, entonces, se trata como tal a otros, a efectos de inserción laboral? ¿Por qué no puede ser un cojo un perfecto administrativo? ¿O un ciego un buen telefonista? Seguro que hay otros ejemplos más interesantes y afortunados, pero, para muestra sirva un botón. Y eso es lo que han pretendido demostrar los alumnos y un grupo de profesores de Trabajo Social de esta Universidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de diciembre de 1999