MIQUEL ALBEROLA
Hace casi cuatro años, cuando el PP ganó las elecciones generales en precario, epopeya que ha evocado estos días el interfecto ex portavoz del Gobierno -"Lo conseguimos, Rodríguez"- durante su breve resurección para la presentación de un libro sobre José María Aznar, fueron muchos los progresistas valencianos que vieron en Convergència i Unió un freno a los presumibles despropósitos que iba a comportar la nueva coyuntura política. Ante las temibles incontinencias de una derecha que había ganado la guerra civil, la otra derecha, que la había perdido y había pagado con el exilio y la cárcel, suponía una garantía de raciocinio. Incluso podía aportar una cierta pedagogía de tolerancia plurinacional al partido que ocuparía la Moncloa en virtud del pacto. Y puede que lo hiciera. Esta sensación presidió algunos acontecimientos genuinamente valencianos, como el primer -¿y último?- episodio del denominado pacto lingüístico, donde el factor Cataluña sirvió a la vez de impulso y alivio de ésa y otras incertidumbres del mismo género. En ese contexto brillaron algunos prohombres irremisiblemente locales jaleando a CiU con la boca muy llena, y haciendo notar que ellos estaban en la antesala de los asuntos. Es evidente que el escenario es radicalmente distinto desde que CiU necesita al PP en Cataluña con la misma ferocidad que el PP necesitó en aquel momento a CiU en Madrid. El factor Cataluña ya no existe. El resultado de las elecciones autonómicas catalanas neutralizó esa situación de preponderancia en la que este partido catalán podía proyectar serenidad e inspirar sensatez sobre el Gobierno de España, así como influir con sutilidad en determinados asuntos interautonómicos, como es el caso valenciano. Prueba de ello es que CiU acaba de impedir en el Congreso de los Diputados que se investigue en el Ayuntamiento de Benidorm la gestión del ex alcalde Eduardo Zaplana, quien no desconoce cómo está de atada de pies y manos esta formación. Ignoro si en la antesala de estos asuntos también están los que se postularon entonces. Aunque quizá debieran estar para cerrar un círculo que cada día es más natural.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de diciembre de 1999