La familia de Sophia Park, una mujer de 25 años embarazada de 10 semanas y declarada clínicamente muerta el pasado sábado, está luchando para que un hospital de Toronto, Canadá, mantenga su corazón latiendo hasta que el feto pueda sobrevivir fuera del cuerpo de la madre.Park murió de una combinación de meningitis y tuberculosis que durante dos semanas varios doctores fueron incapaces de detectar y que provocó su muerte cerebral, cinco meses después de su boda. Ahora su esposo, Paul Shin, y el resto de la familia de Park quieren que el hospital mantenga su cuerpo con vida, aunque los doctores han advertido de que hay muchas posibilidades de que el feto muera antes de terminar la gestación o, en la mejor de las hipótesis, que nazca con graves deficiencias.
Los doctores que trataron a Park en el hospital comentaron a su marido que el uso de rayos X y numerosos medicamentos para intentar salvar su vida han provocado daños irreversibles en el feto. Pero Shin ha declarado: "Incluso si mi bebé tiene graves impedimentos físicos, no me preocupa. Sigue siendo mi bebé y pienso que Sophia cree lo mismo. Su corazón sigue latiendo. Ella y el bebé están vivos".
Los médicos se enfrentan al dilema moral planteado por la petición de la familia de Park, ya que, según los expertos en ética médica, aunque los facultativos no tienen ninguna obligación de tratar a un paciente clínicamente muerto, el feto, que en esta situación también es considerado un paciente, está vivo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de diciembre de 1999