Los pliegos donde se guardan extendidas y aplastadas las especies botánicas del herbario hispalense guardan un secreto digno de El nombre de la Rosa. Nada de manosear mucho las plantas, ni llevarse el dedo después a la boca: las plantas están envenenadas.Cada ejemplar tiene impregnado un producto tóxico que sirve para que se conserven en perfecto estado durante los siglos que duermen en el herbario, entre las sábanas de periódico o los pliegos de papel de seda cuidadosamente crucificadas.
Para que no se despeguen ni se muevan se les pone unos aretes en los tallos que las sujetan al papel.
Como las plantas no pueden ser prestadas, se proyecta digitalizar los pliegos anteriores a 1810 para facilitar su uso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 15 de diciembre de 1999