En la primera comparecencia de Alfonso Portillo tras el triunfo electoral hubo un gran ausente: el general Efraín Ríos Montt, fundador del FRG y padrino político del nuevo presidente. Portillo indicó que el militar estaba descansando en la ciudad de Livingston. Otras fuentes hablan de un "viaje pactado" para no alimentar la imagen del general como poder en la sombra y dejar todo el protagonismo al futuro gobernante. El papel que desempeñará Ríos Montt, a quien su condición de golpista impidió aspirar a la presidencia, es la mayor preocupación tanto para los grupos de derechos humanos como para la propia comunidad internacional. En reuniones con embajadores y empresarios, Portillo se ha mostrado firme: "El general es un mito. No es un peligro para la paz, ni para la democracia, ni para nada. Denme 45 días y les demostraré que tengo mi propio equipo y mis propios planes de Gobierno".
El domingo volvió a marcar distancias. "El general va a estar en el Congreso. Para eso lo escogió el pueblo". Portillo se ha rodeado de hombres de su confianza, entre ellos, algunos amigos con los que compartió militancia en la izquierda en los años ochenta. Su posición se ha visto reforzada por una encuesta de Borge, que indica que el 76% de los guatemaltecos quiere que Ríos Montt se mantenga al margen de las decisiones del presidente.
Sin embargo, la pugna entre portillistas y riosmonttistas ha estallado ya con el reparto de los cargos. La primera víctima sería, dicen fuentes cercanas, Otto Pérez Molina, uno de los generales más prestigiosos dentro y fuera del país, y pieza clave en la firma de la paz. Era el favorito de Portillo para ocupar el Ministerio de Defensa y reformar las Fuerzas Armadas. Pero la animadversión que por él siente Ríos Montt parece haber congelado su candidatura.
El viejo general ha reconocido la existencia de fricciones. Pero dice: "Estamos dialogando. Portillo y yo somos gente seria".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de diciembre de 1999