La marea negra ha llegado a la costa. Tras el naufragio del Erika era inevitable, porque la naturaleza no se deja dominar totalmente por el hombre. Esto no impide, más bien al contrario, buscar responsables de una catástrofe que nos recuerda que las energías principales del siglo XX (el carbón, el petróleo, la nuclear), aunque han traído progreso, no están del todo exentas de un manejo demasiado peligroso. En la primera fila de responsables (...) figura el armador del barco, pero también su fletador, la compañía petrolera, es decir, TotalFina.Esta compañía ya ha sido acusada por la Federación Internacional de Ligas de Derechos Humanos de comprometerse con la dictadura birmana. Tiene que hacer ahora prueba de su sentido político y aportar, sin reservas, su colaboración a la limpieza del litoral. Tampoco los responsables políticos pueden lavarse las manos en esta catástrofe. En realidad, el Gobierno ha hecho, aparentemente, lo necesario (...). La marea negra merecía uno de esos gestos simbólicos y mediáticos que el ministro de Medio Ambiente ha sabido utilizar en otras circunstancias. Pero sobre todo, Lionel Jospin ha perdido una gran ocasión de mostrar que su credo a favor de una regulación del liberalismo podía traducirse en actos. La lucha contra (...) la organización mundial del transporte marítimo, el beneficio a costa de la seguridad, no puede llevarse a cabo sólo por el Gobierno francés. Hay que pedirlo alto y fuerte, y hacer de ello un eje de la acción diplomática, pelearlo en el seno de las instituciones europeas e internacionales y avanzar propuestas precisas.
, 27 de diciembre
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de diciembre de 1999