Y en la jornada 18ª lo consiguió. Jari Litmanen (Lathi, Finlandia, 1971)celebró el gol que marcó a Alberto, el segundo del Barça a la Real, con un júbilo desconocido. No era para menos: el media punta debutaba como titular en el Camp Nou en lugar del lesionado Luis Enrique y coronó su noche con un gol tras un pase perfecto de Kluivert. Un chut en vertical, a la escuadra. Imparable. Su primer gol, marcado en Soria, no dejó huella. Pesaron bastante más los tres que le metió el Numancia al Barça. Hombre frío, fiel reflejo del nórdico, Litmanen aguardó con gélida resignación el día en que pudo descubrir su talento en el Camp Nou. Ganador de todos los títulos posibles en el Ajax, en el que era el ídolo muy por encima de los gemelos De Boer, el finlandés se olvidó de su aura y asumió con férrea disciplina su suplencia. Luis Enrique le ganó el pulso para amarrar el puesto de escolta derecho y luego una cadena de cuatro lesiones le arrinconó en la enfermería. Litmanen se ha pasado más tiempo roto que en el césped. De 18 partidos de Liga, en ocho estuvo lesionado, en tres en el banquillo, y en los otros cinco apareció de forma esporádica, hasta que por fin se destapó. Hijo de dos amantes del fútbol -su padre, Olavi, fue internacional-, Litmanen renunció a los 20 años a su amor por el hockey sobre hielo y aprovechó una beca de la federación de su país -pasa allí sus vacaciones, en una casa en los Mil Lagos- para dedicarse al fútbol. Llegó en el año olímpico al Ajax y se consagró como campeón de Europa y del mundo ganando la Intercontinental. Tras fichar a ocho holandeses, Van Gaal no dudó en traerse al sur a la delicada perla del Ajax -dijo que no le daba quebraderos de cabeza como suplente porque siempre se lesionaba-, aunque no le regaló su puesto de media punta porque le hubiera forzado a cambiar de esquema. Y mientras, el máximo goleador del Ajax en Europa, que vive en una casa muy cerca del estadio, asumió la orden y pasó su tiempo en el gimnasio y viendo partidos de baloncesto en el Palau. Litmanen, que recibe clases de castellano, renunció resignado a 1999 -"ya no espero nada de este año", dijo-; pero, para su sorpresa, jugó en Vallecas. "Tiene su mente limpia", dijo el técnico. Y ante la Real, explotó. Quizá por eso, por un día, rompió su imagen de hielo y lo celebró a lo grande.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de enero de 2000