Uno de los aspectos de la abrupta comercialización del fútbol es la brecha que comienza a abrirse entre los aficionados y el juego que les ha fascinado. Juego supeditado ahora a demasiados intereses, ninguno futbolístico, por supuesto. Corre el dinero alegremente por cuentas bancarias, fiducias, manos rápidas de intermediarios y demás habilidosos de las transacciones comerciales. Crece el negocio para unos pocos y aumenta la sensación de desafecto de los aficionados hacia un mundo mezquino y turbio. Los aficionados no se identifican con lo que ven y por ahí se advierten síntomas de fatiga en los hinchas, cada vez más distanciados de sus clubes. A los ojos de los aficionados, la clase dirigente del fútbol se ha apropiado con vocación de rapiña de un juego que antes pertenecía a la gente.Hasta los clubes con una mayor capacidad de integración ofrecen síntomas preocupantes. El Barcelona, más que un club por naturaleza e historia, no es ajeno a la degradación que se produce entre los dirigentes de nuestro fútbol. Nadie parece más satisfecho que Núñez con su colosal juguete. Del Barça siempre se ha esperado la actitud generosa de una institución impregnada hasta el hueso por una amplísima base social. El nuñismo representa todo lo contrario: la apropiación de un gran depósito sentimental en beneficio de una idea personalista y mercantil que repugna a una buena parte de los aficionados.
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¿De qué Barça estamos hablando cuando su presidente actúa con un ventajismo intolerable frente a la desgracia de Maradona? A estas alturas del partido, Núñez justifica el traspaso de Maradona al Nápoles por las confidencias policiales que recibió acerca de la dependencia del astro por la cocaína. En todas sus declaraciones con respecto a Maradona no hay un rasgo de caridad, respeto y comprensión por una persona que atraviesa momentos dramáticos. Un futbolista, en fin, que fue una gloria del Barcelona. Breve, pero glorioso aquel Maradona azulgrana.
Núñez tuvo la oportunidad de citar a Maradona como uno de los nuestros. Lo fue un día y lo será siempre. Pero el presidente del Barcelona lo presentó como un tarado, con la catolicona hipocresía que mueve a estos personajes extremadamente mezquinos. En lugar de ofrecerle ayuda y cobijo, de recordar a Maradona la grandeza de una institución como el Barcelona, Núñez le tiró al carro de la basura.
Pero tampoco con las estrellas de hoy se advierte más generosidad. Rivaldo recibió ayer el premio al mejor jugador del mundo, galardón instituido por la FIFA. El reconocimiento al futbolista brasileño llena de satisfacción a toda la hinchada del Barça. El premio servía como una magnífica excusa para una celebración del barcelonismo a través de Rivaldo. Pero Núñez no le acompañó a recoger el galardón. No aceptó lo que Rivaldo significa para el Barcelona. No entendió lo que el Barça significa para los jugadores y para la gente. Núñez parece no entender nada que no tenga que ver con Núñez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de enero de 2000