Las delegaciones de 138 países iniciaron ayer en Montreal (Canadá) un nuevo intento de acordar algunas restricciones internacionales al comercio de transgénicos. La última tentativa fracasó en febrero del año pasado en Cartagena (Colombia), debido esencialmente al rechazo de EE UU y sus aliados. En los 11 meses transcurridos desde entonces, las posturas a favor y en contra se han radicalizado aún más.
El llamado Grupo de Miami, compuesto por Estados Unidos y otros cinco grandes exportadores de grano (Argentina, Australia, Canadá, Chile y Uruguay) bloqueó en Cartagena una propuesta de los demás países (el Protocolo de Bioseguridad) que pretendía forzar a los países productores de semillas y alimentos transgénicos a obtener un permiso previo por parte del país importador. El permiso podría denegarse aduciendo riesgos para la salud o el medio ambiente, lo que constituiría de hecho una forma de generar excepciones sobre los acuerdos internacionales de libre comercio.Son los aliados de EE UU los que intentarán de nuevo rechazar en Montreal esas medidas, ya que Washington permanece oficialmente al margen de esta serie de conferencias, que se enmarcan en el llamado Convenio de Diversidad Biológica.
La Administración estadounidense quiere evitar que un posible acuerdo basado en consideraciones de biodiversidad o seguridad biológica acabe imponiendo barreras comerciales a sus productos agrícolas, y prefiere que sea la Organización Mundial de Comercio (OMC) la que tenga la última palabra sobre las exportaciones de transgénicos. En cualquier caso, las negociaciones sobre biotecnología tampoco llegaron a ninguna parte en la célebre y conflictiva reunión de la OMC en Seattle (EE UU), en diciembre pasado.
Los negociadores europeos, en cambio, aducen que no necesitan ningún protocolo de bioseguridad para impedir las importaciones de semillas transgénicas, toda vez que la UE mantiene una moratoria de facto sobre esos productos. España, con unas 30.000 hectáreas sembradas, casi todas de maíz modificado, es el país de la UE con más superficie de cultivo transgénico.
Según algunas fuentes norteamericanas, Washington y sus aliados pueden estar abiertos a algún tipo de control previo sobre sus exportaciones de organismos (semillas, plantas o animales) transgénicos, pero no sobre los alimentos y derivados, ya que éstos no pueden diseminarse al medio ambiente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de enero de 2000