El excelente artículo de Joan Olmos y Vicente Torres, publicado en El PAÍS, AVE de rapiña, habría de ser de lectura obligatoria para todos los políticos progresistas. Sin embargo, no se ha oído ninguna voz pronunciándose al respecto. ¿No es un problema para los políticos progresistas que se desperdicie el dinero público para beneficio de una minoría privilegiada? Quizá no, teniendo en cuenta que ese supuesto renovador, Borrell, fue el primer paladín de tan progresista medio de transporte. A algunos, que después de todo se supone somos sus potenciales votantes, nos gustaría que se definieran con claridad sobre el asunto.Por otra parte, me gustaría que nuestros gobernantes, tan liberales al tiempo que tan amantes del cemento, reflexionaran un poco. ¿No se está privatizando a troche y moche en aras del beneficio público y la milagrosa competencia? En ese caso, ¿por qué no dejar que sea la iniciativa privada la que, llegado el caso, construya y gestione tan necesaria y fértil obra? Yo creo que mataríamos dos pájaros de un tiro. En primer lugar, probablemente nunca se llevaría a cabo, que los dineros privados, efectivamente, son mucho más sensatos para sí al tiempo que insensatos fuera-de sí. En segundo lugar, seguro que el trazado sería mucho más sensato, en todo caso. Pero la sensatez, recordémoslo, no radica en el trazado, sino en la inutilidad y los perjuicios que ocasiona tan ansiado mamotreto.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 31 de enero de 2000