PACO MARISCAL
Navegamos por la informática y reverbera la luz del sol en la superficie bruñida y ultramoderna del hemisférico de la ciudad de Valencia, pero decenas o centenares de miles de ciudadanos valencianos vivieron o contemplaron esta última semana escenas antiguas como el cuplé. El corte de agua corriente -y la ineficacia del Ayuntamiento capitalino, y la ineficacia de sus empresas concesionarias- y el trasiego de cubos y barreños nos llevaron al país de los serenos nocturnos con caperuza, chuzo y farol. Por entonces, tres cuartas partes o más de la población carecía de agua corriente.
En esa época, nuestras previsoras bisabuelas o tatarabuelas, con el cántaro en ristre en busca del manantial, suavizaban sus trabajosas tareas tatareando aquello de "Cúantas veces en la reja me sorprenden los primeros resplandores de la aurora/ esperando, por si alguna vez te acuerdas de la pobre enamorada que te adora". Y hasta donde uno recuerda, vecinos, continuaba la cupletista reprochándole al amante o marido sus fatiguitas al amanecer, cuando él se iba con otras mujeres. El estribillo era delicioso; con voz fina y atiplada le aconsejaba dolida al mentiroso o adúltero: "Agua que no has de beber, déjala, déjala correr". La pobre, sola en su alcoba, le preguntaba a la estampita de la Virgen por qué la maltrataba de tal forma el serranito nocherniego de la canción.
Y a la estampita de la Virgen patrona de la patria valenciana se puede dirigir la ciudadanía, sin agua y con barreños, y preguntarle por el porqué de ineficacia tan descomunal e incordiante cuando reverbera el sol en la silueta del hemisférico de esta ciudad milenaria y posmoderna. Los serranitos del Ayuntamiento, con Rita Barberá a la cabeza, y sus empresas concesionarias, no aprendieron nada de nuestras venerables bisabuelas y tatarabuelas, tan previsoras ellas con el cántaro en la cintura, tan divertidas tatareando un pícaro cuplé.
Porque los barreños y cubos y trasiego de agua y falta de previsión y falta de información entre la ciudadanía, avergüenza y desconcierta. Y es que no cabe más que imaginar qué es lo que sucedería sin el incidente o accidente o falta de previsión hubiese sucedido en otro ámbito. La falta de agua nos lleva al cuplé, ¿dónde nos llevaría una catástrofe natural o un accidente nuclear? Vivimos en grandes núcleos urbanos, en ciudades como Valencia con un hinterland o zona metropolítana superpoblada y con población dispersa, ¿qué planes de evacuación existen? ¿qué medidas preventivas hay o se toman para tener informada a la sociedad civil? Si una estrafalaria falta de previsión en el sumistro de agua sume a cientos de miles de ciudadanos en el desconcierto, se horroriza uno, vecinos, pensando qué sucedería en casos más graves y peligrosos.
El cuplé, la falta de agua, el cubo y el barreño son signos inequívoco de la ineficacia y falta de responsabilidad de quienes tenían que ser necesariamente previsores, y el Ayuntamiento está a la cabeza de esa falta de responsabilidad; responsable de la falta de información y del desconcierto ciudadano, cuando determinadas cuestiones, como la del agua, son previsibles y hay unos medios de comunicación que llegan a la ciudadanía con inmediatez.
Pero ante tanta ineficacia, sólo cabe dirigirse a la estampita de la Virgen, y rogarle que nunca ocurra accidente alguno que obligue a evacuar a la población civil de nuestra Valencia en un par de horas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de febrero de 2000