Confieso que cuando el presidente del Gobierno de Navarra, Miguel Sanz, leyó ante las cámaras su declaración de ruptura del acuerdo de tímida cooperación que unía a nuestra comunidad con la Comunidad Autónoma Vasca no daba crédito a lo que estaba oyendo. Pensaba que era una broma precarnavalera. Sin embargo a la vista de su semblante inmutable tuve que empezar a creer que iba en serio. Lamentablemente, su rueda de prensa del pasado día 24 de enero no era ninguna parodia.El propósito de estas líneas es el de apoyar al coro de voces que, desde los más diferentes ámbitos de la política y la cultura, le ha invitado a reconsiderar su decisión de acabar con el último vínculo institucional con la CAV, en el marco del protocolo de colaboración transfronteriza Navarra-Euskadi-Aquitania. Ningún gobernante puede a la larga prosperar si se opone al curso natural de la historia. La imprescindible colaboración entre dos comunidades vecinas no puede paralizarse merced a sus antojos. Permítame que le diga que la ruptura no la ha precipitado el Gobierno del señor Ibarretxe, sino sus propios miedos. Usted y su partido no deberían albergar ningún temor hacia nuestros vecinos.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de febrero de 2000