Se esperaba lluvia, hizo sol. Se esperaban palmas, los tendidos tronaron. Fue una de aquellas corridas que uno recuerda con aturdimiento. La protesta del público comenzó tras la salida del primero: cómo caminaba, y luego, qué deseos de huir, la cara arriba, los pitones buscando la montera. Así resultaron todos. La bronca fue a más y terminó en lluvia de almohadillas. Los toros, bueno, eran novillos sin fuerza y eso comenzó a indignar al público.Los toreros estuvieron un tanto soportando hachazos y otros queriendo hacerlos pasar, pero todos, desde el primero hasta el séptimo, parecían extinguirse al salir de varas y se les quedaban al frente queriéndolos coger. ¿Séptimo? Desde luego. El sexto fue cambiado tras su salida para evitar que el público estallara. Pero apareció su remplazo y el abucheo fue mayor.
Gutiérrez / Manrique, Mora, Abellán Toros de Ernesto Gutiérrez, jóvenes, mansos, con genio, sin fuerza
Pepe Manrique: estocada, descabello (aviso y silencio); estocada (silencio). Miguel Abellán: estocada (silencio); estocada (silencio). Juan Mora: pinchazo, estocada (aviso y silencio); estocada (ovación). Plaza de toros de Santamaría, 6 de febrero, media plaza.
Triunfo: correspondió al valor de Pepe Manrique. Corneado por el primero, lo despachó y de regreso de la enfermería enfrentó con mayor firmeza a su segundo. Juan Mora estuvo ahí, haciendo las cosas a conciencia y escuchando los oprobios contra el toraco. Y Miguel Abellán, bueno, algún capotazo, un par de cositas con la muleta y una estocada aprovechando la protesta del público. El marrajo tenía peligro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de febrero de 2000