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Una polémica de injerencias

La decisión del Parlamento causó ayer reacciones encontradas. Sentó como un jarro de agua fría, "como una injerencia en un asunto local" entre los partidarios de que la mujer sólo figure como cantinera en los alardes de las dos localidades y sembró la satisfacción entre los colectivos que piden la igualdad en la fiesta. Maria Luisa Agirretxe, letrada de Bidasoaldeko Emakumeak y Juana Mugarrietakoa, dos de los colectivos que apoyan la participación plena de la mujer, se mostró convencida de que la polémica no arreciará hasta que "se impliquen los responsables de todos los partidos. Si no" dijo, "se va a jugar más por razones de peso electoral que de esencia democrática".Por ese motivo juzgó la creación de la ponencia como "un avance enorme para impulsar soluciones y de cara a sacar este conflicto del "marco puramente local". Hizo un símil con la entrada de la ultraderecha en el Gobierno austriaco: "Hay que posicionarse muy claramente para decir que donde estén los derechos humanos no hay mayorías que sirvan y que el principio de no injerencia hay que excluirlo en supuestos de violaciones de estos derechos".

El Alarde ha generado todo un cisma ciudadano, más enquistado en Hondarribia que en Irún, y que en las dos localidades ha tenido sus consecuencias electorales. La mayoría de vecinos se aferra a la tradición y se niega a aceptar que la mujer pueda vestirse de soldado en los desfiles. Hondarribia e Irún son dos de las pocas poblaciones vascas donde la incorporación de la mujer a la fiesta en condiciones de igualdad no se ha producido de forma natural. Más bien al contrario; ha generado una tensión que ha obligado a instituciones e instancias judiciales a manifestarse.

El Tribunal Superior de Justicia vasco avaló en 1998 el derecho de las mujeres a participar en el Alarde "en igualdad de condiciones" que los varones y obligó así a ambos ayuntamientos a promover las condiciones y remover los obstáculos para lograr este objetivo. El consistorio irundarra, con el socialista Alberto Buen a la cabeza, acató la sentencia y desde entonces se celebran el 30 de junio dos desfiles: el municipal (con compañías mixtas) y el tradicional. El Ayuntamiento de Hondarribia, en cambio, recurrió la sentencia ante el Tribunal Supremo, que aún no se ha pronunciado.

Precisamente es en esta localidad donde la polémica ha adquirido los tintes más virulentos. Se celebra un único Alarde el 8 de septiembre y los enfrentamientos van camino de convertirse en triste tradición. En la última edición, la compañía mixta Jaizkibel trató de sumarse al desfile, pero la Ertzaintza lo impidió "por seguridad" en una actuación que se saldó con una decena de heridos y que el consejero de Interior, Javier Balza, tuvo que explicar en el Parlamento. El alcalde de Hondarribia, el peneuvista Borja Jáuregui, partidario del Alarde tradicional, rehusó ayer hacer declaraciones a EL PAÍS.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 9 de febrero de 2000