Es posible, aunque infrecuente, que las formaciones políticas, una vez metidas en harina electoral, modifiquen notablemente sus tácticas y argumentarios. Con tanto asesor y analista se supone -suponen los partidos- que han optado por la fórmula idónea, por más que se nos antoje cuestionable. Así, en estos primeros compases de campaña, parece claro que el PP va a exprimir la euforia de la bonanza económica y la ventura de no haberse tropezado con desaguisados escandalosos. Aquí en el País Valenciano, al menos. Por más que la oposición intente movilizar a la opinión pública en torno al amiguismo del presidente Zaplana, resulta obvio que sólo es una prolongación, un eco, de la beligerancia retórica desplegada por Joaquín Almunia. La respuesta de los populares, por ahora, es obvia: dejar que sus adversarios se desahoguen y rehuir el cuerpo a cuerpo. Tanto lo rehuyen, por cierto, que hasta tienen secuestrado a su número uno por la candidatura del cap i casal, decimos de Francisco Camps. ¿Qué se ha hecho de este hombre, tan belicoso antaño?Frente a la sosegada inercia de los populares valencianos, ahítos de poderío y seguridad, es llamativa, y a ratos patética, la acometividad desmelenada de los socialistas, cuyo discurso se condensa en torno a dos líneas de fuerza: la grisura del gobierno de Aznar, incluyendo la de los autonómicos del mismo color, y el consabido amiguismo, el gran secuestro del patrimonio público a favor de los compañeros de "cole". La propuesta progresista no se consume en estos tópicos, pero tengo la impresión de que su uso y abuso -en Ciprià Ciscar comienza a tener visos de salmodia- está diluyendo el programa alumbrado por el famoso pacto de los hermanos separados, PSOE y EU, de bastante más alcance. Confía uno, aunque sin fanatismo, que en los próximos días se ponga coto a la tentación demagógica y se soslaye la recurrente "grisura" que únicamente perciben los deudos y amigos de la causa. El electorado menos militante requiere otras piezas de convicción.
En estas primicias electorales, y en tanto que las tiñe de un tono jocoso, debemos mencionar la iniciativa de UV, tan vindicativa y polarizada en la figura del presidente de la Generalitat. Se le quiere presentar como un comprador de voluntades, y acaso lo sea, lo que ha acelerado el crepúsculo del citado partido. Pero tal andanada omite el detalle de que sólo se compra a quien es venal por su natural o circunstancia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de febrero de 2000