A pesar de todo, algo vamos avanzando, madurando. Un solterón profesional lanza un bando exigiendo a los demás que tengan muchos hijos. Hace treinta años, su gesto hubiera tenido un amplio despliegue informativo, y no pocos habrían hecho caso al obispo de Valencia. Hoy, su pretensión encuentra eco sólo como una curiosidad más, en un suelto, provocando sonrisas irónicas por parte de los padres de verdad, que saben muy bien lo que es mejor para ellos y para sus propios hijos.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de febrero de 2000