George Bush, gobernador de Tejas y candidato presidencial republicano, es el político norteamericano con más amplio historial en la aplicación de la pena de muerte. Con la ejecución, en la madrugada de ayer, de la bisabuela Betty Lou Beets, ya son 120 las personas que han recibido la inyección letal en la prisión de Huntsville desde que Bush se hizo cargo del Gobierno de Tejas, en 1995. Pese a las peticiones a Bush de Amnistía Internacional, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Human Rights Watch y otras organizaciones, que recordaban que Beets sufría graves trastornos psicológicos por haber sido objeto sistemático de violencia doméstica, el candidato presidencial republicano renunció a su capacidad de retrasar un mes la cita con el verdugo.
En 1998, Bush ya dio luz verde a la ejecución de una mujer en Tejas, Karla Faye Tucker. Pero en aquella ocasión compareció ante la prensa en Austin, la capital del Estado de la Estrella Solitaria, para explicar su posición. En la madrugada de ayer, Bush se limitó a emitir un escueto comunicado en el que aprobaba la decisión del jurado que condenó a muerte a Beets y pidió una oración por su alma.
"La única pregunta que me interesa de este caso es: ¿culpable o no?", dijo Bush el martes al suspender su campaña electoral para estudiar el asunto desde Austin, la capital tejana. En un debate televisado con John McCain en Carolina del Sur, la pasada semana, Bush se declaró convencido de que la totalidad de las 120 personas ejecutadas en Tejas desde que él se hizo cargo de ese Estado eran culpables y tuvieron un juicio justo. En ni un solo caso Bush ha utilizado sus prerrogativas de clemencia para retrasar o cancelar una ejecución.
Beets había sido condenada por matar de disparos en la cabeza a los dos últimos de sus cinco maridos, a los que enterró en el jardín de su casa en Tejas. Los familiares de las dos víctimas expresaron ayer su "satisfacción" por haber asistido a la ejecución de esa bisabuela de 62 años. "Soy muy feliz", declaró Rodney Baker, hijo de su primera víctima.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de febrero de 2000