Como aficionada al cine, me siento muy feliz por el éxito de Solas. En primer lugar, porque es una película sencillamente maravillosa, una historia dura y real, pero a la vez tan humana, sincera y tierna que, simplemente, te robaPasa a la página siguienteViene de la página anterior el corazón. Además, Solas nos ha permitido descubrir a su talentoso director, Benito Zambrano, alguien dispuesto a escribir guiones y a hacer películas que hablen de sentimientos, relaciones humanas, emociones y realidades sociales, y ha representado también un verdadero y sorprendente hallazgo: sus actrices y actores. Todos ellos están espléndidos en la película y una se pregunta cómo hasta Solas el cine español había podido prescindir en papeles importantes de gente de la talla de María Galiana (magnífica en el papel de Rosa, la generosa y abnegada madre) o Ana Fernández (excelente y conmovedora como la hija, alcohólica y atormentada por repetir el mismo modelo de vida de su madre), por no hablar de Carlos Álvarez (el solitario y "solidario" vecino, en un papel de una autenticidad y ternura impagables).
Solas es también el triunfo de un sueño, el de Benito Zambrano, que paseó su guión de aquí para allá durante años hasta conseguir que alguien creyera en él. Como es también la prueba de que se pueden hacer películas excepcionales con un bajo presupuesto. El reconocimiento unánime del público, la crítica, los festivales y los numerosísimos premios recibidos (desde Berlín hasta los recientes Goya) confirman que Solas ha sido y es un verdadero "fenómeno": el de una película sincera y hecha con todo el corazón, que por su sencillez y humanidad ha sabido, simplemente, enamorar a la gente.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de febrero de 2000