LUIS CARANDELL
La nueva vecina de Madrid se llama María Teresa, de 21 años de edad, parece algo tímida y tiene los ojos claros y el pelo rojizo con un tocado de espigas de trigo. Está sentada en un sillón dorado con las manos cruzadas sobre el regazo y mira hacia la derecha de quien quiera verla en el Museo del Prado, al que ha llegado hace muy pocos días.
Doña María Teresa era hija del infante don Luis Antonio de Borbón, hermano de Carlos III, quien había perdido sus derechos de sucesión a la Corona, como el viejo romance, "por do más pecado había". El rey, que era muy religioso y, para decirlo en madrileño, muy formal, consideraba que Luis Antonio era un libertino y le desterró a un pueblo abulense, la villa de Arenas de San Pedro, no sin antes haberle obligado a casarse morganáticamente con una tal señora Vallabriga, noble aragonesa.
Con la muerte de su padre, la niña fue ingresada en el convento de San Clemente de Toledo, del que, después de 12 años de encierro y oración, salió en 1797 para casarse con don Manuel Godoy, privado de Carlos IV, príncipe de la Paz y de Basano, duque de Alcudia y de Sueca, grande de España y que lucía en su pecho el Toisón de Oro. Antiguo guardia de Corps, había llegado a ser, desde muy joven, gracias al favor de la reina María Luisa, que le doblaba en años, pero también gracias a sus propios méritos, el hombre más influyente de la Corte. Fue nombrado, cuando acababa de cumplir sus 25 años de edad, sucesor del conde de Aranda como primer ministro.
Tenía Godoy fama de mujeriego. Sus biógrafos dicen que las damas que le pedían audiencia salían de ella arreglándose el corsé y el vestido. Cuando, en 1797, casó con María Teresa, las malas lenguas dijeron que había contraído matrimonio secreto con doña Pepita Tudó, belleza malagueña de quien Vicente López nos dejó un buen retrato. Goya pintó el de María Teresa en 1800, cuando no era todavía condesa de Chinchón, pues recibió el título en 1806. Ahora tenemos la fortuna de que esta obra maestra, y esta joven dulce y tímida, se encuentren entre nosotros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de febrero de 2000