El almuerzo privado de Mohamed VI en la Zarzuela con los Reyes, el presidente del Gobierno y su ministro de Asuntos Exteriores parece haber resultado provechoso, pese a su brevedad. Coincidió con el día en que arrancó el acuerdo de asociación entre la UE y Marruecos. En este nuevo contexto, y con las expectativas reformistas despertadas por el joven rey, las relaciones entre ambos países deben dar un salto cuantitativo y cualitativo a todos los niveles.Mohamed VI viajó oficialmente a Madrid para agradecer a la familia real española sus muestras de afecto tras la muerte de su padre, Hassan II. El desplazamiento ha cobrado otra dimensión al anunciarse una visita de Estado del rey de Marruecos para septiembre, precedida por un viaje a Rabat del presidente del Gobierno español, cualquiera que sea éste tras el 12 de marzo. Se ha intentado así deshacer algunos entuertos de los últimos meses que incluso llevaron a Matutes a tener que suspender en enero una visita a la capital marroquí.
Han sido muchos los problemas provocados por los poco habilidosos mítines privados de Aznar en Ceuta y en Melilla; las resistencias marroquíes en las negociaciones pesqueras con la UE; los problemas que han encontrado las exportaciones agrícolas de Marruecos hacia Europa, o los lamentables sucesos de El Ejido. Estos hechos, unidos a la constante inmigración ilegal, obligan a los dos Gobiernos a abordar con seriedad y realismo la cuestión migratoria en todos sus frentes. La creación, abordada ayer, de un comité conjunto sobre inmigración sólo podrá dar resultados si ambas partes se lo toman con la responsabilidad que se merece.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 2 de marzo de 2000