E. SUÁREZ PALOMARESJoaquín Almunia, candidato a la presidencia del Gobierno por el PSOE, se ha comprometido con los inmigrantes marroquíes a garantizar su libertad y seguridad. Así lo ha dicho, en plena campaña y en la ciudad de Almería.
Francamente, ya era hora de que en esta campaña los partidos políticos realizaran alguna referencia a los sucesos racistas de El Ejido. Apenas había existido algún apunte. Uno, el pasado fin de semana, con motivo de las jornadas realizadas por la Confederación de Entidades para la Economía Social en Loja (Granada), y otro en el debate que en Canal Sur mantuvieron los candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía, si bien sólo se escucharon las palabras de los candidatos por el PSOE, IU y PA, mientras que Teófila Martínez, por el PP, se quedó callada.
Sin embargo, se necesitaba algo más. Se necesitaba el compromiso serio de garantizar la vida y la dignidad de cuantos viven en España. Este objetivo sólo se puede alcanzar si no se ignora, o se tapa, la tragedia de El Ejido. Sería interesante que los ciudadanos conociéramos, de verdad, qué piensan nuestros políticos y qué soluciones van a adoptar, y para conocer su opinión, y la de su partido. Es imprescindible que nos lo cuenten en la campaña, que no se callen.
Hoy, cuando escribo estas líneas, está descansando en suelo chileno el genocida Pinochet. Tenemos que darle la enhorabuena a Abel Matutes, a la ministra de Justicia, al fiscal Cardenal y al inseparable Fungairiño. Durante el tiempo que ha durado este proceso han demostrado a los ciudadanos cuál era su opinión y la del gobierno que les nombró. Pues bien, sería importante para los ciudadanos que, con la misma claridad, se pronunciaran sobre problemas como El Ejido. Sería importante conocer su grado de compromiso y las medidas que se pueden adoptar para impedir que la dignidad de los marroquíes sea pisoteada.
Guardar silencio, como hizo Teófila, en el debate televisivo o mantener alcaldes como Enciso, que el PP sostiene en El Ejido, pueden reflejar lo contrario de lo que exige una sociedad en la que no tienen cabida los actos racistas ni quienes los consienten.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de marzo de 2000