Fueron dos goles perfectos, plenamente solidarios, en los que el balón jamás abandonó los pies de sus creadores. El Barça y el Madrid coincidieron al pasado sábado en la manera de dibujar dos goles de los que llenan de felicidad a todos porque todos participan en él. Gabri y Raúl pusieron la rúbrica a sendas jugadas de tiralíneas, donde ninguno de los 17 futbolistas, 9 en el Barça y 8 en el Madrid dieron más de tres toques al balón. Sólo Dani se quedó sin participar en el festín del Barça, que tardó 38 segundos y 15 pases en inventarse un gol en el que ningún jugador del Numancia olió la pelota. Todo nació en Bogarde, al que le llegó el balón al borde de su área. Pronto se lo dio a Cocu, que al primer toque la retrasó a Frank de Boer. La pelota, siempre de primera, fue pasando por los pies de Guardiola, Reiziger y Puyol, que fue el que más la trasladó. Conectó con Gabri, éste de nuevo con Guardiola, que la cambió de banda. Y ahí apareció Figo, que conectó con Ronald de Boer, al que correspondió el papel más lucido: dos regates, pared con Figo y pase a Gabri, que fusiló.También el tanto del Madrid nació al borde de su área. Fueron ocho los que participaron, todos menos Roberto Carlos y Anelka. Iván Campo rechazó el balón al borde de su área y enseguida llegó a Hierro, que lo soltó de inmediato. Meca lo recibió en la izquierda y Helguera comenzó a dar criterio a la jugada. Más criterio aún le dio Redondo, que conectó con McManaman, éste con Salgado, de nuevo Redondo. Entre los tres llevaron el balón arriba y ahí se hizo grande Raúl, que dibujó un triángulo perfecto con McManaman y le pegó abajo, sin parar, poniendo colofón: 15 pases después, a una obra de arte de 36 segundos de duración.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 6 de marzo de 2000