Frente a los esfuerzos de numerosos y determinados jueces para elegir la injusticia (el último ejemplo lo tenemos en el comportamiento de fiscalía y juez de instrucción para librar de enjuiciamiento a los causantes del asesinato de Aitor Zabaleta), debo confesar que aquí mismo me quito el sombrero y me depilo las piernas en loa al magistrado Santiago Vidal, del Juzgado de lo Penal número 2, de Barcelona, que ha absuelto del delito de usurpación a tres inmigrantes indocumentados que ocuparon una vivienda deshabitada. Un hombre dotado de sentido de la justicia y de un sentimiento de noble compasión. Al fin.Resulta que un individuo, propietario de una finca deshabitada de la calle de los Metges (no saben cómo lamento no tener su nombre, para ponerlo negro sobre blanco), descubrió que los tres inmigrantes dormían en la mencionada casa. No contento con expulsarlos, el tipo les denunció y, además, pretendía cobrarles una indemnización (180.000 pesetas a cada uno, pedía el fiscal de turno). Sin embargo, el juez Vidal les ha absuelto del delito de usurpación y ha elaborado una sentencia ejemplar en la que tiene en cuenta "el drama humano y social" que viven, así como su "precaria situación personal, lamentablemente tan frecuente en nuestro país".
El juez Vidal recuerda que estos extranjeros sin papeles "abandonan su tierra empujados por la miseria y en busca de un país con mejores expectativas". Le parece a su eminencia (pues para mí es eminente) que "es difícil exigirles otra conducta más ajustada a derecho". El magistrado aplica a los tres procesados la eximente completa de haber actuado "movidos por la necesidad imperiosa de buscar un techo en el que cobijarse, dado el deficiente sistema de acogida de inmigrantes existente hoy por hoy" en España. Al propietario que quiere hacer negocio con la necesidad ajena debería caérsele la moña de vergüenza.
No se me ocurre mejor noticia que darles hoy, mejor dicho, que resaltarles, porque ya la dio ayer este mismo periódico en su edición para Catalunya. Cómo estaré de atocinada, tras el laminado electoral, que al principio no me la creía.
Viva Vidal. Y ya que estamos: viva el juez Guzmán de Chile, y abajo Fungairiño y Cardenal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de marzo de 2000