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Vueltas del revés las elecciones de 1996

En Extremadura nadie se lo cree, ni los propios interesados. Por eso el PP toca el cielo tras haber hecho temblar el fortín socialista por excelencia y conseguido el mejor resultado de toda su historia: seis diputados y seis senadores. El PSOE tiene que conformarse con cinco y dos, respectivamente. Es decir, se ha invertido el balance de las elecciones de 1996, cuando los socialistas dominaban claramente.El PP ha vencido por 18.000 votos, algo más de tres puntos (47,42%). En los últimos comicios generales había perdido por ocho. Su triunfo se ha hecho extensivo a las dos provincias. En Cáceres, la más conservadora, era previsible su avance, pero no se esperaba que tuviera tanto alcance. Su ejecutiva nacional jugó fuerte y desplazó a esta ciudad a toda su artillería pesada, incluidos José María Aznar y su esposa, Ana Botella. Así, en ella, han barrido literalmente al PSOE y casi le han doblado en votos. Sólo el cinturón rojo de los pueblos del entorno cacereño ha permanecido fiel al voto socialista.

Badajoz, el feudo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, se presentaba como una entelequia para los populares. Ninguno de sus dirigentes, al contrario que en Cáceres, especuló con la victoria. Incluso los socialistas confiaban en arañarles un diputado más. Por eso el triunfo popular tiene un valor añadido. Además, el PP domina en las diez principales ciudades de la región y logra parte del voto rural.

El resultado revitaliza la figura de Juan Ignacio Barrero. Su futuro está despejado: ha obtenido beneficios del tirón del Gobierno central y de la labor de los alcaldes populares en las ciudades más pobladas. "Hemos sabido perder con dignidad y ahora sabremos ganar", dijo ayer tras asegurar que había sido "un triunfo histórico".

Los resultados invitan al desconcierto. Rodríguez Ibarra arrasa en las autonómicas, pero los extremeños dan la espalda al PSOE en el ruedo nacional. El dirigente socialista atribuyó ayer parte del fracaso al pacto con IU, que sigue con su caída libre, en picado, y a la incapacidad de los socialistas para comprender los intereses de la clase media.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de marzo de 2000