Hete aquí que los científicos han completado el genoma de la mosca del vinagre o drosophila, y han descubierto que muchos de los genes de esta vulgar moscarra son prácticamente iguales a los nuestros. Ya había sucedido algo parecido con un gusano, el caenorhabditis elegans, que fue el primer animal al que le miraron la totalidad de los entresijos del ADN: resultó que compartía con el ser humano el 36% de sus genes. Y ahora dicen que nuestra semejanza con la drosophila es mucho mayor. A mí, la verdad, no me extrañan lo más mínimo estos hallazgos. Siempre tuve la más completa certidumbre de que, entre los hombres y mujeres de este mundo, había muchos gusanos, muchos piojos, una infinidad de sanguijuelas, moscones a tutiplén, cucarachas notorias y verdaderas hordas de ladillas.Mejorando lo presente y sin ir más lejos, ahí está, por ejemplo, ese ex guardia civil con nombre de protagonista de culebrón, el Antonio David de nuestros pecados (porque sin duda hemos debido de pecar mucho para merecerle), que de pronto ha copado todos los medios de comunicación con el babeo de sus venenos conyugales. Pues bien, parecería que se le está transparentando en la cara su cuota de lombriz, una enjundia gusana sin duda menos elegans que la de nuestro buen caenorhabditis.
Pero este pobre chico es una menudencia. Los bichos verdaderamente peligrosos pertenecen a otros ámbitos. Hace un mes, por ejemplo, una sentencia de la Audiencia de Madrid permitió que le embargaran un piso a un hombre, Luis Muñoz, por avalar un préstamo a un amigo. Este amigo, José María, pidió un crédito de millón y medio de pesetas a Caja Madrid en 1994. La entidad, como es habitual en estos casos, le exigió que, además de presentar un avalista, se hiciera un seguro de vida con Caja Madrid Vida. Un año más tarde, y tras haber devuelto sólo 200.000 pesetas, José María murió; y Caja Madrid, en vez de cobrar el seguro a su filial, le ha embargado el piso al avalista. La poderosa Caja y su famoso abogado, Stampa, han conseguido que la Audiencia autorice esta obvia injusticia. No me digan que no hay en todo esto un evidente hervor de sanguijuelas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de marzo de 2000