En otros tiempos, los hospitales británicos solían llamar a los diputados que acababan de ser padres, cuando estaban reunidos en la Cámara de los Comunes, para informarles de su nuevo estado. El afortunado progenitor jamás abandonaba la sala, pero al menos era vitoreado por sus colegas. La escena entroncaba con los usos de principios del siglo XIX, y nadie animaba al político en cuestión a dejar su trabajo para conocer de inmediato a su hijo. En los albores del año 2000, Tony Blair, primer ministro laborista del Reino Unido, no podrá actuar de igual modo. La llegada de su cuarto retoño está prevista para el próximo 24 de mayo y todo el país espera que dé ejemplo.Lo malo es que, sea cual fuere su decisión, Blair será blanco de críticas furibundas. Si ayuda a su esposa, Cherie, a cuidar al bebé, habrá convertido el permiso de paternidad, todavía balbuceante en el país, en un hecho indiscutible. Si opta por atender a sus obligaciones, entre las que se cuenta en mayo la elección a la alcaldía de Londres y el decomiso de armas en Irlanda del Norte, será aplaudido por sus conciudadanas, pero despreciado por la oposición conservadora y buena parte de los empresarios nacionales. Incómodo, Blair reconoce no haber tomado una decisión.
"Aún no he decidido nada. Tengo que dirigir un país y supongo que la gente espera que lo haga. Habrá que buscar una tercera vía a esto del permiso de paternidad", le dijo este mismo mes a John Humphrys, veterano periodista de la BBC, a punto también de ser padre.
A pesar de sus dudas, el líder laborista no se engaña. Su mujer espera que esté con ella cuando nazca el niño y no lo oculta. "Me congratula ver que hay primeros ministros como el finlandés Paavo Lipponen, capaces de acompañar unos días a sus mujeres cuando dan a luz", declaró la abogada Cherie Booth, su nombre de soltera, ante una convención de colegas reunida en Londres.
"A todos nos gustaría pasar más tiempo con nuestras familias, pero la vida moderna no lo permite", ha advertido Richard Wilson, representante cualificado de la patronal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de marzo de 2000