A Lorenzo Silva (Madrid, 1966), ganador del Premio Nadal 2000 con El alquimista impaciente, le gusta mirar la realidad para construir sus novelas antes que "inventar quimeras". Por eso ha elegido una pareja de guardias civiles, un hombre y una mujer, para resolver un crimen en un motel de carretera. "Dos personajes normales y reales", precisa Silva, abogado de profesión y autor de varias novelas, algunas para público juvenil. El alquimista impaciente, editado por Destino, es la tercera de una serie policíaca que inició con Noviembre sin violetas y El lejano país de los estanques.Pregunta. ¿Cómo se le ocurrió crear esta pareja de investigadores?
Respuesta. Fue por azar. Lo primero que se me ocurrió fue el crimen, no había pensado en el sargento Bevilacqua y su ayudante, la guardia Chamorro. Cuando empecé a plantearme quién podía ser el detective, tomé como referencia la realidad: la guardia civil investiga cientos de crímenes al año. Antes de inventar quimeras, miro la realidad. Los escritores a veces somos demasiado fantasiosos cuando el mejor material está en lo que nos rodea. He procurado hacer algo que tiene que ver con el deber del escritor con la sociedad: contar las historias un poco más como son. Hay muchos tópicos que se instalan en la narrativa. En las novelas, aparte de la ficción, me gusta partir de la normalidad, que es más subversiva y sorprendente que lo que se pretende extravagante y estrambótico.
P. ¿Cuándo surgió su interés por el género policíaco?
R. La atracción por la novela policíaca me viene como lector y es tardía. Fue a partir de leer El largo adiós, de Raymond Chandler. Muchos lo consideran un género menor, pero yo no pienso así, creo que ofrece muchas posibilidades para contar historias y es capaz de atraer y mantener la atención del lector, que es fundamental. Una distracción en el 2000 es peligrosa. Me obsesiona captar constantemente la atención del lector. El género policíaco es eficaz como narración porque revela la parte normalmente escondida de la realidad, oculta por la publicidad y la propaganda que suele ser la información.
P. Por qué ese empeño por retratar la realidad?
R. Hay dos tipos de escritores y de literatura: la fantástica, puramente literaria, hecha a partir de libros o historias inventadas o soñadas, y otra cuya sustancia no son otros escritores, sino lo que le rodea a uno, lo real, que es la mayor fuente literaria, donde hay más historias. La única manera de inventar una historia intensa es fijándose en la realidad, que es donde se dan las más intensas de todas. Creo que un problema de credibilidad y verosimilitud, no se trata de hacer una copia del mundo real.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de abril de 2000