En las oscuras calles del sur de Chicago, el cura de la parroquia de Santa Sabina está desarrollando una nueva forma de ejercer su profesión. Michael Pfleger paga a las prostitutas los habituales 50 dólares (unas 8.500 pesetas) por media hora de su tiempo. Eso sí, lo hace para hablar con ellas sobre las opciones que tienen para escapar de tan indigno oficio y del peligro que supone vender sus cuerpos en la calle. En equipos de tres, los feligreses de Pfleger también colaboran en sus redadas nocturnas en busca de prostitutas. "Hay alguien que se preocupa", dice, agradecida, una de ellas. "Es algo que no había sentido antes. Cuando te dedicas a esto, te parece que no le importas a nadie". No es la primera vez que Pfleger escandaliza a la archidiócesis de Chicago. Ya recibió críticas de la jerarquía por organizar sentadas contra la droga y sus campañas contra los estragos del alcohol en los barrios pobres. Pero, para Pfleger, lo que debe hacer la parroquia es dejarse de repartir pescado frito y organizar talleres y "hacer cosas como pagarle un corte de pelo a los indigentes para que así puedan ir a una entrevista de trabajo".- ,
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de abril de 2000