La mayoría de las semillas transgénicas que se siembran en Europa fueron desarrolladas hace años y, por ello, contienen genes de resistencia a antibióticos. Sin embargo, hace tiempo que las empresas biotecnológicas disponen de alternativas al uso de esos genes. De hecho, muchas firmas tienen ya semillas transgénicas libres de genes de resistencia listas para su comercialización.Novartis Seeds, por ejemplo, ya ha sustituido su maíz Bt 176, que lleva un gen de resistencia a antibióticos, por el Bt 11, que no lo lleva. Se da la paradoja de que Novartis ya solicitó a la Unión Europea la autorización para comercializar esta semilla más moderna, y Bruselas, debido a su moratoria de facto sobre los nuevos transgénicos, tiene congelada su aprobación. Así pues, la existencia actual de cultivos con genes de resistencia a antibióticos en Europa es, en parte, un efecto colateral de las precauciones europeas sobre las semillas alteradas.
Los genes de resistencia a antibióticos no cumplen ninguna función importante en una planta transgénica. La razón de su uso es de tipo técnico, y su objetivo era facilitar a los ingenieros genéticos los pasos preliminares de su trabajo.
Antes de añadir un gen a una planta, siempre es necesario manipularlo en el laboratorio: quitarle algunos trozos que estorban y añadirle otros que luego ayudarán a que se active en la planta. Cada uno de estos pasos se hace con pequeñas cantidades de ADN en el tubo de ensayo. Después de cada paso, el ADN se introduce en una bacteria, la bacteria se multiplica muchas veces, y de la inmensa población bacteriana resultante se extraen grandes cantidades de ADN para el siguiente paso de manipulación.
El problema es que la absorción del ADN por la bacteria es extraordinariamente ineficiente: tal vez sólo una célula de cada millón se traga el ADN. Por esta razón, el ADN de interés se pega a un gen que confiere resistencia a los antibióticos antes de añadirlo sobre las bacterias. Y luego se añade un antibiótico al cultivo: las bacterias mueren excepto la que ha captado el gen de resistencia al antibiótico (y, con él, el ADN de interés).
Cuando los preparativos han acabado, los técnicos solían añadir a la planta el resultado entero, incluido el gen de resistencia a antibióticos (aunque en la planta ya no vale para nada). En realidad, es muy fácil eliminar ese gen antes de añadir el ADN a la planta. Además, actualmente existen alternativas que evitan por completo el uso de resistencia a antibióticos. Por ejemplo, sistemas de selección de bacterias basados en la capacidad (o su falta) de crecer en un medio con glucosa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de abril de 2000