Me gustaría mandar un fuerte abrazo para toda aquella persona que no tiene trabajo, buscándolo con toda la fuerza de su corazón. Recordar a todos los demás el drama que estamos sufriendo a nivel personal los invisibles, en estos tiempos de mercadotecnia barata donde se nos intenta hacer creer que todo va maravillosamente.Digo los invisibles porque así es como nos sentimos los parados: sin un futuro, sin tener un sitio en esta sociedad, pensando que a nadie le importamos un pimiento, reprochándonos que a lo mejor somos tan inútiles que nos merecemos formar parte de esta clase social.
Nos levantamos cada mañana con la esperanza por los suelos, los sueños rotos, tenemos mal humor, nada nos hace gracia. Cuando alguien nos cuenta lo bien que le va queremos alegrarnos, pero la desazón puede con nosotros y ni siquiera podemos articular palabra. Somos callados, esta situación nos ha robado la voz.
A los invisibles sólo nos quedan sentimientos, la razón la hemos perdido hace tiempo. Pretendo describir con estas letras cómo nos sentimos los invisibles para que sepan que todos nosotros existimos y no somos una mera estadística. Sólo quiero recordar que cada persona es un proyecto interesante, es un futuro, es un ser único y valioso en sí mismo; todos merecemos la pena, todos tenemos algo que aportar y todos somos necesarios.
Mientras se siga permitiendo esta situación, este país no va bien.- .
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de mayo de 2000