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La lucha contra el paro centra las promesas de los candidatos

"La economía alemana tiene un ímpetu que no vivía desde hace 40 años, y esto nos ayudará a luchar contra el paro", decía Wolfgang Clement, el jefe de Gobierno de Renania del Norte-Westfalia, que, como el canciller Schröder, se aventuraba a hacer promesas mientras hablaba a las familias que merendaban el domingo en el parque del castillo Strünkede, de Herne. Dentro de poco, afirmaba, el paro en Renania del Norte-Westfalia bajará de la barrera psicológica de los 800.000 afectados, y para el año 2005, a menos de 500.000. Le escuchaban ex mineros y trabajadores del metal, que en muchos casos han sido forzados al paro en más de una ocasión. Primero, por el cierre de las minas y los altos hornos, y después, por el cierre de las "empresas alternativas" de la primera reconversión, que, pese a las esperanzas depositadas en ellas, decidieron trasladar sus plantas a lejanos países asiáticos, donde la mano de obra cuesta menos que en el Ruhr. Clement fijaba metas para el futuro: "Ni un solo joven debe dejar la escuela sin haber recibido formación profesional", decía. El mensaje de Friedrich Merz en Bielefeld había sido otro. "Alemania", había dicho, "necesita un sistema educativo que forme élites".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de mayo de 2000