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Tribuna:

Maquis

Con la adolescencia recién calzada, y acampado en un hayal de la abrupta cordillera, supo que en una sola noche la Guardia Civil había abatido tres lobos y dos maquis. La proeza se celebró, entre risotadas, expresiones castizas y unos copiosos tragos de vino. Aún en tercero de bachillerato, se acercó a uno de los mandos que llevaba pistola al cinto y calaveras de plata en el pecho, y le preguntó que qué eran los maquis. Aquel tipo le replicó: alimañas, muchacho, alimañas desalmadas. Pero, de regreso a su pueblo, no encontró su estampa ni en el libro de ciencias naturales, ni en el diccionario ilustrado de su padre. Así que, por aquellos bosques de abedules, tejos y arbustos, además de osos, lobos y rebecos, se ocultaban unas criaturas enigmáticas, cuya especie y apariencia desconocía. Algún tiempo después, averiguó qué eran los maquis. Y se sintió avergonzado por aquel individuo arrogante y cruel que, por entonces, ya gobernaba la provincia.A los cuarenta años, ejerció de ciudadano y pudo opinar. Aquello se lo debía, en gran parte, a los dos guerrilleros destripados a tiros en el monte, y a tantos otros de su misma hechura. El antiguo gobernador civil era ahora un acaudalado e influyente capitán de industria, que se ufanaba de crear riqueza y presidir el club de golf. Entonces, miró a la democracia y la democracia se alquilaba de mimo bajo los plátanos de sombra, en las afueras de la ciudad. Y se confortó cuando cuatro maquis supervivientes de tanta ferocidad y descrédito, recibieron unánimemente los honores del Parlamento Valenciano. Pero habían tenido que esperar más de 20 años, para dejar de ser oficialmente lo que nunca habían sido: ni bandoleros ni malhechores. Y mientras tanto, qué insultante paradoja, muchos de los sicarios del fascismo continuaron y continúan medrando en el escalafón, en la cuenta bancaria y en los privilegios sociales. Calderón que tanto conocía de enredos ya lo enunció: Democracia con dos puertas, mala es de guardar. Pero usted cuídese y ponga la memoria en la fresquera, al menos, una noche por semana.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de mayo de 2000