Soy un ciudadano peruano residente en España. Pasé mi infancia en un Perú orgulloso de su historia, de la caballerosidad de sus héroes y de la dignidad de sus pueblos. Era un país que aunque pobre se sabía rico en cuanto a su legado histórico. ¿Qué ha sido de ese Perú? Hoy leemos en la prensa internacional y con preocupación que las autoridades del Perú protagonizan, casi de manera ufana, una de las elecciones más sucias de la reciente historia de América Latina. ¿Por qué se desprecia, desde distintas instancias públicas, el sentimiento tan generalizado de organismos internacionales, de países amigos, de una oposición saludable en cualquier democracia, y de una buena parte del electorado?Un sentimiento a favor de una necesaria transparencia y limpieza electoral. ¿No creemos ya que las administraciones públicas, muy especialmente, deben ser y además parecer honestas? No sé si se han dado serias irregularidades en la campaña electoral y en estas elecciones. Todo parece indicar que sí. Como mínimo, y en todo caso, sé que se ha dado esa imagen, dentro y fuera del Perú. Como seguramente muchos de mis conciudadanos, creo que se ha hecho muy poco, o casi nada, por corregir a tiempo esa lamentable situación. Desde España hago votos porque las autoridades, y la sociedad peruana en su conjunto, acierte a devolver al Perú su condición inequívoca de país constitucional y democrático.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 1 de junio de 2000