Como cada mañana, el corregidor despachó con dios en lo alto de la espesa y aromática columna del humo que salía pitando de la cafetera. Luego, partió en el coche oficial hacia las afueras de la ciudad. Al pie del encinar, le esperaban una inauguración y el cuerpo de la mujer demediada a hachazo limpio. El corregidor leyó su discurso, escuchó los aplausos, y anduvo por las inmediaciones del paraje con el comisario jefe de la policía, quien lo informó del espeluznante crimen. Y el relato de los hechos fue tan minucioso que el corregidor palideció. Luego, hizo un gesto al comisario jefe, y se adentró solo y abatido, en la arboleda. En su fugaz retiro, se transfiguró y finalmente desarrolló una tabla de ejercicios de levitación ante su séquito, invitados y periodistas. Les habló y su palabra era solemne y aérea: Solo los vínculos matrimoniales evitan la violencia doméstica y fortalecen la convivencia familiar. El amor de la pareja pasada por la sacristía se consuma en un lecho de papel timbrado, y permanece en la intimidad de los archivos. Las otras parejas llamadas de hecho o de desecho no son más que excusas para darse a las filigranas del fornicio, de la barbarie y del degüello.Y no aceptó estadística alguna: Los números los carga el diablo, sentenció. El corregidor emprendió así el regreso al claustro materno de la cruzada, acompañado por aquel que un día registró a su nombre el callejero de la patria. Casi simultáneamente, un grupo antiabortista que hacía guardia en las inmediaciones de una clínica, sermoneó a dos mujeres, que poco después serían sometidas a un interrogatorio policíaco, sin mandamiento judicial, pero con amenazas. Y mientras tanto, un magistrado no estimó degradante la conducta de un individuo que había violado vaginal y bucalmente a una joven maniatada: Fue un buen samaritano. Fíjense que después le ofreció un vaso de agua a su víctima. Qué detalle tan fino, no me digan.
Abróchense la memoria. Volamos hacia la epifanía de la más cínica e insaciable reacción. El poder se aplica a lo suyo: ora y labora. Y de qué manera.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de junio de 2000