Vivimos rodeados de prodigios. Así, contando con los dedos y peinándome de oído, se me amontonan el milagro del aplastamiento de Chechenia y de la entrada del Talgo en Moscú; el milagro del Tercer Secreto de Fátima que une en amplio indulto jubilar al hombre que quiso matar al Papa y a un montón de delincuentes menores, entre los que se cuentan decenas de políticos demócratacristianos involucrados en los chanchullos del caso Manos Limpias; el milagro de la mudez de los partidos ante el inminente endurecimiento de la Ley de Extranjería; el milagro de que uno de los primates que se rascan en el experimento Atmósfera Cero de Tele 5 haya sido poseído por el espíritu de Sofía Mazagatos: dijo (a esa hora en que los resúmenes del invento te asaltan sin que puedas impedirlo, porque crees estar viendo las noticias) que "no me gusta el carisma que están tomando las cosas"; el milagro del acercamiento de las dos Coreas después de 50 años de desgarramiento de vidas y familias; el milagro de la desaparición de Hafez el Asad y su sustitución por su hijo demócrata (lo mamó en casa); el milagro de la cataplasma de punto y coma final obtenida por la mesa de diálogo en Chile; el milagro de que, aunque en dos plazos, otra vez puedo pagar el IRPF, y el milagro de que Enrique Múgica me vaya a defender incluso a mí, que no se lo he pedido.Pero nos hemos perdido el fenómeno por excelencia, el asombro, el alelamiento, la monda: por culpa de un error material y de una falta de sentido del espectáculo imperdonables, el Grupo Popular del Senado retiró ayer una moción en la que se proponía investigar por qué las familias españolas "no cumplen su función reproductora". El texto de la moción era un mixto magistral entre el Deuteronomio y el Apocalipsis, que decía que, "de seguir así las cosas, la familia parecería incapaz de sostenerse a sí misma", y que "España se poblará de hijos únicos que deberán soportar sobre sus hombros una columna de padres, abuelos, bisabuelos y tal vez tatarabuelos centenarios".
Pues nada. Lo retiraron. No nos visitarán para una encuesta. Con la ilusión que nos hacía a mi perro y a mí recibirles en casa, sobre todo ahora que nos han vuelto a recetar estrógenos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de junio de 2000