Hay momentos en los que Europa tiene que cambiar de registro, abandonando la compleja gestión de los asuntos corrientes y el enérgico voluntarismo con el que paso a paso se construye el edificio, atreviéndose a mirar más allá. Ante la falta de tales audacias, Europa se debilita. Jacques Chirac lo ha sentido, y ha pronunciado un discurso de relanzamiento europeo en el antiguo Reichstag. (...) Igual que Jospin, Chirac pertenece a la escuela pragmática que desconfía de las grandes palabras (...), y para la cual Europa no es un ideal sino la suma de intereses comunes. (...) Pero mientras el Gobierno (...) eludía las cuestiones que dividen respecto al futuro de Europa, el presidente se lanza. (...) Chirac responde a una espera apremiante de los alemanes. Prudente, inseguro sobre cuál podía ser la reacción francesa, el Gobierno alemán ha dado (...) una respuesta que sin duda va más allá de lo que esperaba. (...) De golpe, se vuelve a formar el motor franco-alemán (...) El ejercicio es arriesgado, dado que en el fondo de lo que se trata es de atreverse a abordar dos temas que dan miedo, porque parecen comportar contradicciones irreconciliables: la posible disolución de Europa por sucesivas ampliaciones o la posible disolución de los estados por una integración excesiva. El presidente indica la vía por la que, según él, se puede resolver esta dialéctica. Es la construcción de la Europa por los Gobiernos y no por Bruselas. Es una vía que también cuida el debate democrático para que cada uno pueda apropiarse de Europa. (...)París, 28 de junio
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de junio de 2000