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Crítica:GREC 2000MÚSICA BRASILEÑA - JOÃO GILBERTO

Calar hondo

En el mundo de la música existen personajes, muy pocos, que irradian un halo especial, casi mágico, y cuya sola presencia sirve ya para transformar cualquier ocasión en un verdadero acontecimiento. Uno de ellos es João Gilberto; su paso por Barcelona será de los que se recuerdan.Sentado en su silla con la guitarra entre las manos, casi inmóvil, vestido con un traje oscuro y zapatillas deportivas, diminuto en el enorme escenario de un Teatre Grec con el suelo plagado de partituras con las letras de los temas en gran tamaño, João Gilberto recorrió toda la historia de la bossa nova. Una voz susurrante, una guitarra casi inaudible y la magia, a contracorriente, inundándolo todo. Dos horas de contacto directo, íntimo, con la descarnada desnudez de la belleza.

Un silencio catedralicio acompañó cada interpretación. Una ovación atronadora puntuó el final, siempre marcado por un tarareo susurrante, de cada melodía. Un Teatre Grec puesto en pie despidió al mago que acababa de hechizarles. Un recital que entrará en los anales como el ejemplo más descarado de la vitalidad del minimalismo musical: escuchando a João Gilberto con su guitarra se aprecia en toda su profundidad la afirmación de que menos es más, ¡mucho más! Nada falta, sus susurros acariciantes están plagados de sensaciones explícitas e implícitas que se sobran para llenarlo todo.

Por el escenario del Grec desfilaron desde los temas más antiguos hasta otros menos conocidos, posiblemente más recientes. Ritmos sinuosos, que dichos al oído sin ningún derroche de medios, ni vocales ni instrumentales, calan hasta lo más hondo.

Hasta una suave brisa refrescó el tórrido ambiente estival para convertir la noche en un auténtico regalo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de julio de 2000