Rafael Álvarez El Brujo se convierte en el lujurioso Arcipreste de Talavera para sermonear a sus feligreses (en este caso el público del Corral de Comedias de Almagro) aplicando el método del exemplum de contraris; es decir, criticando el fornicio con tal lujo de detalles que más que disuadir parece incitar al pecado. El actor, director y productor representa esta semana en el Festival de Teatro Clásico de Almagro su quinto monólogo Arcipreste. Las localidades para las cinco funciones -que se representan hasta el 17- fueron las primeras en agotarse del festival.
El Brujo recurre a un género que conoce bien y que le ha dado muy buenos resultados con personajes como El Lazarillo de Tormes o Don Juan. La obra es una versión que Alberto Miralles hace de un texto del siglo XV, El Corbacho, de Alfonso Martínez de Toledo. "El monólogo está basado en una novela de 27 capítulos. Es un sermón, pero cuenta las cosas de tal forma que dan ganas de hacerlas. En realidad, es como una crónica de las perversiones del que sermonea. El público tiene un papel muy activo en esta obra, son los pecadores que tienen que leer un exordio y responder a los latines", comentó Rafael Álvarez.
"A veces el público no tiene la cultura teatral necesaria para entender el trabajo del actor. En una ocasión, en plena representación de El avaro, un espectador gritó '¡Mira, el Búfalo!' [personaje que Álvarez encarnó en la serie de televisión Juncal], paré la función y le dije: 'Esto es Molière y todavía faltan cinco siglos para que llegue Búfalo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de julio de 2000