¿Deberían prescribir algunas meteduras de pata? ¿Hasta qué punto un político puede ser acusado de actos que cometió mucho antes de optar a su puesto? Hillary Clinton ha tenido que contestar a estas preguntas, tras verse obligada a refutar alegaciones que la acusan de haber proferido insultos antisemitas, hace 26 años, hacia un coladorador de su marido. Las acusaciones, incluidas en el nuevo libro de Jerry Oppenheimer, El estado de la unión: el complejo matrimonio entre Bill y Hillary Clinton, han empañado desde hace días la campaña electoral de Hillary por el puesto de senadora por Nueva York, donde el voto judío es fundamental.
La candidata demócrata, que siempre ha sabido guardar la compostura en los momentos más delicados, convocó a la prensa el domingo. "Estoy muy enfadada. (...) En mi vida he dicho nada por el estilo", dijo con voz temblorosa e iracunda. La airada primera dama reconoció haber cambiado de táctica frente a este tipo de ataques: "Durante ocho años, he preferido absorber los insultos y las acusaciones y no contestar porque eran demasiado injustas y denigrantes".
Según el libro, los hechos se remontan a 1974, durante el fallido intento de Bill Clinton por llegar a congresista por Arkansas. Al conocer la derrota, Hillary habría llamado "judío bastardo" a Paul Fray, uno de los colaboradores en la campaña electoral del que todavía no era su marido.
El incidente ocurre cuando Clinton está tratando de alcanzar un acuerdo de paz en Oriente Medio en Camp David. El presidente ha respaldado a su mujer: "Quizás le llamó bastardo. No lo descarto. Pero nunca la he oído contar una broma con connotaciones étnicas".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de julio de 2000