Tony Blair ha cometido muchos errores políticos en los últimos tiempos; en un memorándum interno que ha llegado a manos de The Times y The Sun, los laboristas así lo reconocen. De todos ellos, el que más caro puede costarle es la ausencia de Gran Bretaña de la moneda única europea. Aunque Blair insiste en que su Gobierno apoyará la entrada en el euro, la decisión de posponer el debate hasta un referéndum después de las próximas elecciones no juega a su favor. Pero seguramente que sea cierto que para poder vender el euro a su electorado con posibilidades de éxito, tenga que recuperar la credibilidad perdida. Su salida a la palestra para defender los logros obtenidos indica que está dispuesto a luchar por la opinión pública. Su autoritarismo al imponer un candidato laborista fallido en las elecciones a la Alcaldía de Londres -ganó el desterrado Livingstone-, junto con los problemas surgidos con los déficit de gestión de su Gobierno -por ejemplo, la falta de calidad y de inversiones en la otrora modélica Sanidad pública, o en la educación-, ponen a Blair en aprietos, a pesar de contar con una oposición conservadora trasquilada y desmotivada.Resulta ilusorio pensar que la cuestión del euro no entrará a formar parte de la agenda de las próximas generales, previstas para 2002, pero que Blair podría adelantar un año. La bandera antieuropea es la única que posee la oposición conservadora, que cree poder beneficiarse de un electorado en el que, según algunos sondeos, el rechazo al euro ha crecido hasta un 70%. Las filtraciones de algunos informes sobre el peligro de retirada de la inversión industrial extranjera si persiste el elevado valor de la libra no pueden reemplazar una sana pedagogía por parte del Gobierno. En teoría, las amenazas de desinversión industrial están ligadas al alto valor de la libra, y no necesariamente a la entrada en el euro; sin embargo, las dos cuestiones están relacionadas. Mientras persista la incertidumbre británica respecto a la Unión Monetaria, la libra no será una moneda estable.
El Gobierno británico debe aclarar de forma nítida su opinión, cada vez más fragmentada: el canciller del Exchequer, Gordon Brown, reticente ante el euro, y el ministro de Asuntos Exteriores, Robin Cook, a favor (antes era al revés); en medio, intentando guardar la ropa, Blair. Algunos medios señalan que Blair está preparando para el otoño una importante toma de posición sobre la política europea británica, que quedaría coja sin su participación en el euro. El primer ministro debe acabar con esta incertidumbre cuanto antes y volver a demostrar que tiene liderazgo, no sólo capacidad de vender imagen.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de julio de 2000