Ha muerto Carmen Santonja. Es un día de luto para la música española, porque ella fue una de las mitades, junto a Gloria van Aerssen, de las irrepetibles Vainica Doble, dúo que está en el inconsciente colectivo de miles de españoles que crecimos oyendo en televisión sus sintonías para las series de Jaime de Armiñán. Desde aquellos lejanos primeros setenta, muchos seguimos rastreando sus discos, publicados con cuentagotas, en los que se encuentra uno de los secretos mejor guardados de nuestra ingrata historia musical. A menudo, escuchando discos como Heliotropo, A contracorriente o El eslabón perdido, me preguntaba por qué no habían triunfado masivamente. La respuesta a esa pregunta es nuestra incapacidad para apreciar lo que tenemos más cerca. No nos pongamos solemnes, porque ellas precisamente huyeron de lo pomposo, del estereotipo, de lo previsible, y nos regalaron un mundo sonoro riquísimo, donde la tolerancia y la defensa de los sueños ganaban al humo tóxico de los braseros de picón de la mediocridad. Adiós, Carmen, no hay sordidez que impida trocar en mágico lo rutinario.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de julio de 2000