Me he sentido discriminado.Por primera vez en mi vida y en el lugar en el que menos me lo esperaba: en Internet.Voy a ser padre en octubre y tengo un viaje personal a Nueva York a principios de septiembre. A través de una aseguradora on-line -es decir, una aseguradora en Internet- he intentado contratar un seguro ante la posible cancelación del viaje por si era padre antes de esa fecha.
Hasta aquí, bien; ningún problema. Velocidad de respuesta de un comercial y todo parabienes.
Como tenía la mosca detrás de la oreja decidí comentarle al comercial (por si acaso) uno de los más terribles pecados de mi vida: no estoy casado. Lo comenté con la esperanza de que el hecho de estar o no estar casado, de ser una pareja de hecho, no tuviera nada que ver para un seguro de estas características. Pues bien: nada más lejos de la realidad.
Muy amablemente, este servicio, accesible desde herramientas informáticas del siglo XXI, me daba una respuesta del siglo XIX (siendo generosos): "No podían atender mi seguro por no estar casado. En un futuro incorporarían esta realidad social a sus pólizas".
No estoy casado, y creo que hablo en nombre también de mi pareja, por convencimiento personal. El hecho de tener un hijo nos llena de alegría. Son cosas como éstas las que nos producen una tremenda tristeza.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 27 de julio de 2000