Nuevos tiempos, nuevos argumentos. Las actividades de la extrema derecha en Alemania dañan la imagen del país y pueden perjudicar las inversiones extranjeras. Con este razonamiento, una parte de la clase política y empresarial trata de movilizar a sus conciudadanos contra la xenofobia y el racismo, ahora que el país necesita la emigración de expertos en informática para potenciar las nuevas tecnologías. Los expertos no se atropellan por venir y algunos experimentan cierta desazón ante las informaciones sobre los skinheads o los neonazis del Este de Alemania. Este asunto "debe eliminarse", dijo el canciller Gerhard Schröder antes de partir de vacaciones, refiriéndose a las actividades de la extrema derecha. "Vamos a dejar muy claro, conjuntamente con los Gobiernos regionales que este tema daña el prestigio internacional de Alemania", señaló. Dos semanas antes, durante la entrevista con seis medios de comunicación europeos, Schröder había dicho que la xenofobia en Alemania no es ni mayor ni menor que en los países de su entorno y que la sociedad alemana después de la II Guerra Mundial había aprendido a ser "amistosa con los extranjeros" y se había hecho "muy abierta". Schröder, que a su vuelta abordará el extremismo de derechas en un viaje por el Este de Alemania, había cambiado de tono en dos semanas. ¿Habían influido en él la depresión económica y el alto nivel de paro en el Este? ¿O la indiferencia de los informáticos extranjeros? ¿Había hablado tal vez con Wolfgang Thierse, el presidente del Parlamento? Thierse ha confesado que a veces siente "vergüenza" de Alemania y ha atribuido la xenofobia en el Este a la herencia autoritaria del comunismo y al sentimiento de marginación de los Ossies. "Lo que más me irrita es el comportamiento oportunista de los medios de comunicación con la xenofobia y el ultraderechismo. Siempre ocurre lo mismo. Pasa algo y durante dos o tres días hay revuelo y luego vuelve la calma", señalaba Thierse en el semanario Die Zeit. ¿Será diferente esta vez?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de agosto de 2000