Efectivamente el fútbol es fútbol (y dinero). Eso lo comprendió ya hace años el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas cuando condenó al RC Lieja y al Dunquerque por el fichaje del jugador Bosman. La odiada sentencia reconoció a los jugadores de fútbol los mismos derechos de no discriminación en razón de la nacionalidad y a la libre circulación de que gozamos todos los europeos.Pero los clubes de fútbol no se han rendido. Han dejado pasar unos añitos para que las aguas se calmen, pero ya están de vuelta. Desde hace unos meses corre el rumor, extendido por los clubes por los pasillos bruselenses, de que el fútbol ya no sólo es de interés nacional, ¡es que es alta cultura! El fútbol no tiene nada que ver con el mundo de los negocios y del dinero, el fútbol es tan excepcional como el teatro, una biblioteca o una cultura minoritaria en vías de extinción y necesita que se le aplique la excepción cultural. Aplicando la excepción cultural, lo que se está buscando es derogar la sentencia de Bosman y el establecimiento de una patente de corso con reglas especiales que permitan al fútbol hacer lo que le dé la gana en Europa. Ya lo hace, pero así lo hará legalmente. Hoy es otra vez la libre circulación de trabajadores, pero mañana habrá que excepcionar las reglas de contabilidad financiera, porque no es un negocio es cultura, y así sucesivamente. De qué gran ayuda son los clubes de fútbol para los europeos en las negociaciones sobre el comercio mundial. Europa intenta que se nos reconozca la excepción cultural por parte de otros países y nosotros salimos con su aplicación al fútbol...-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de agosto de 2000